domingo, 22 de marzo de 2009

Diario de Hitler.

Estoy en los últimos días de mi vida. Eva y yo hemos decidido suicidarnos porque ya no podemos aguantar más los ataques de los soviéticos, y prefiero morir honradamente que humillado por mis enemigos. Sé que probablemente haya hecho cosas mal, pero tampoco me arrepiento de lo que he hecho, aún sabiendo que tengo a todo el mundo en mi contra.

Quizás sea mejor que empieze por el principio, fui uno de tantos soldados que volvimos indignados a casa por la derrota de Alemania en la Gran Guerra, y luego en el Tratado de Versalles en el que se le obligó a nuestro país a pagar las deudas y los daños causados. Cierto es que fallé un golpe de estado, el Putsch de Munich, por lo que me metieron preso, me pareció una tonteria pero aproveché el tiempo para escribir mi libro: Mein Kampf en el que dejo claro que la raza aria es superior a la judía o a los gitanos y demás.

En las elecciones de 1933 fui nombrado canciller del III Reich. Cuando estuve en el cargo inmediatamente decreté nuevas elecciones con mucha propaganda nazi. Pero poquito antes de las elecciones se incendió el Reichstag por lo que le eché la culpa a los comunistas. Otro de los días en el que tuve mucho éxito fue en la noche de los cuchillos largos donde se ejecutaron a muchos políticos, casi todos comunistas. Uno de los políticos ejecutados fue el máximo dirigente de la SA o Rudolf Hess, a mi parecer era un traidor y se lo merecía. Estos asesinatos los llevaron casi todos a cabo las SS, el otro partido dentro del propio partido nazi, y su máximo dirigente era Himler, ése tampoco me caía muy bien la verdad.

Hice mucho uso de la propaganda para fortalecer la fidelidad a mi régimen y puse al mando de ella a Goebbels, cuya familia era ejemplar para muchos nazis.

En el año 1935 se impusieron las leyes de Nuremberg, así por fin pude conseguir lo que quería que era privar a los judíos de la cuidadanía alemana y del derecho que ésta trae consigo, como trabajar en público o contraer matrimonio con un alemán.

En las Olimpiadas de Berlín me enfadé muchísimo porque la carrera de velocidad la ganó un negro y eso es impresentable pero en general me fue bien porque pude hacer propaganda de una Alemania que superó bastante bien la crisis económica.

En 1938 me anexioné con Austria mi país natal, el Anchluss era la presión que ejercíamos sobre ella para que reconociera al partido nazi.

No recuerdo con exactitud todo lo que pasó en esos años pero sí de las cosas más importantes como cuando Francia y Gran Bretaña decidieron en la Conferencia de Munich dejarme los sudetes con la esperanza de así frenar mis conquistas, a favor de esto estaba sobre todo Chamberlain, que más tarde cuando vió que tenía todas las de perder dimitió y fue sustituido por Churchill.

En 1939 la guerra civil en España acabó y mi amigo Franco me pidió entar en la guerra pero rechazé la oferta puesto que no lo veía como un ejército fuerte ya que acababa de sufrir grandes pérdidas y sería fácil derrotarlo.

A mi parecer en la noche de los cristales rotos las SS hicieron un buen trabajo ya que se encargaron de arrestar a miles de judíos y destrozar sus comercios.

Aún recuerdo bien cuando realmente me declararon la guerra, cuando invadí a Polonia, ahí fue cuando Francia y Gran Bretaña me declararon oficialmente la guerra, sin saber que había pactado con la US el reparto de Polonia.

Si se pensaban que me iban a poder contra mí estaban equivocados y lo demostré en el verano de 1940 cuando invadimos París y derrotamos a Francia, que quedó dividida en dos partes: la Francia de Petáin y la Francia de Vichy o de De Gaulle.

Otros años antes de aquello había un escritor que me irritaba mucho; Thomas MAnn, menos mal que cuando tomé el poder se exilió porque si no lo hubiera mandado a fusilar. Quién sabe qué será de él ahora...

Pero bueno, volvamos a lo que estaba contando, en 1941 enviamos fuerzas militares al norte de África, la Afrika Korps y a su mando Rommel para respaldar las tropas italianas, y es que sigo pensando como pude aliarme con Mussolini, porque todo lo hacía mal, y por ello fue ejecutado y de nada le sirvió crear la República Social Italiana.

En Leningrado sí debo reconocer que me pasé un poco, dejando morir a casi toda la población, pero en su momento lo consideré lo correcto.

En la batalla de Inglaterra estuve a punto de ganar la guerra, ya que Francia ya estaba derrotada, fue una batalla que duró cuatro meses entre la Luftwaffe y la Raf. Aunque ganó la RAf felicité a Göring porque estuvimos a punto de ganar y quizás no estuviera escribiwendo esto si no mi victoria.

Hubieron tantas batallas que a duras penas las recuerdo todas, pero también está la de Stalingrado, que fue la decisiva para la que la US volviera a ganar terreno y poco a poco nos venciera.

Pero antes de que nos vencieran había encontrado la solución final a mi frustramiento y era el exterminio, así que en los campos de concentración como Auswitchz o Treblinka mandé a construir cámaras de gas para el holocausto.

Tampoco está demás hablar del ataque a traición de Japón a Pearl Harbor, esa fue la razón para que EE.UU entrara en la guerra, siempre pensé que Hirohito no estaba del todo cuerdo. Por culpa de esto EE.UU jugó un importante papel en el desembarco de Normandía.

¿Sabes que podría estar muerto? Sí, si Stauffenberg hubiera conseguido lo que se propuso, acabar con mi vida y no fallar, estaría muerto.

Un detalle que se me olvidaba era que en 1937 se destruyó el dirigible Hindenberg a causa de un incendio y se prohibieron los zepelín como medio de transporte. Como ya te dije no lo tengo todo tan fresco en la memoria ya.

Pensando me doy cuenta de que he tenido varias oportunidades para ganar la guerra y someter al mundo a mi régimen, por ejemplo si hubiera lanzado el cohete V2, en verdad aún no lo he admitido en público pero sé que tenemos la guerra perdida, pero me he dado cuenta de ello desde el Bombardeo de Dresde, en el que murieron más de 300.000 alemanes.

En fín, estoy orgulloso de lo que he logrado y de que he usado la esvástica como signo nazi. Estoy seguro que tras mi muerte habrá una conferencia en Yalta en la que se reunirán Stalin, Roosevelt y Churchill para repartirse mis territorios.

Siempre llevaré a mi esposa Eva y a mi perra Blondi conmigo, que por cierto me da pena tener que matarla, pero es por su propio bien.

Sin remordimientos, Adolf Hitler.